miércoles, 1 de diciembre de 2010

Por lo sucedido en Formosa

A mis hermanos de la AIRA,
a la opinión pública.

Consternado, rabioso, harto del papeleo inútil, las palabras elocuentes, por todo aquello que, de existir un mínimo de buena voluntad en los que manejan el poder, podría haberse evitado, veo que la causa indígena ingresa en un camino que jamás ha buscado.
Hermanos, así como a vuestros abuelos, la sociedad global blanca, en particular aquellos que ostentan el poder, los obliga a la lucha violando sus derechos ancestrales ya que en esas violaciones nuestros hermanos no tienen, en las leyes del derecho romano, que nos han impuesto, ninguna defensa real.
El poder político, la falsedad, la baja moral, y el abuso del poder han violado siempre los derechos ancestrales adquiridos, los actuales derechos humanos, pregonados hasta el cansancio, son inoperantes e impotentes ante la ambición y la prepotencia desenfrenada de los poderosos, que las ignoran y violan a su antojo.
Hace ya más de dos años en una reunión en la sede de nuestra casa en balbastro, le dije a mi hermano Gabino Zambrano, uno de los líderes jóvenes, hombre de lucha y de experiencia en las convocatorias callejeras, que se había terminado el tiempo de las palabras y las notas en los escritorios de Buenos Aires.
A mi entender había llegado la hora de llenar las calles de personas que sintieran, como seres humanos sensibles, y acompañen la causa indígena en paz, para enfrentar a los poderosos y atacarlos, allí donde les duele, en el voto que es más grave que meter la mano en su bolsillo.
Lo ocurrido en Formosa donde un gobernador corrupto hermanado políticamente con el gobierno nacional se ha apoderado de extensiones de tierras, mensurando a su antojo e ignorando la propiedad ancestral de los pueblos indígenas o comprando, mediante un ardid a terceros, quienes se apropiaron con documentación fraguada y reconocida por funcionarios corruptos, de tierras del pueblo Toba.
La ausencia y el silencio de un Estado Nacional, hablan a las claras de un mismo principio puesto en práctica con los pueblos indígenas.
El desconocimiento de los fallos judiciales, en favor de las demandas interpuestas por la AIRA por parte del Estado Nacional y la continuidad de un INAI inconstitucional que tergiversa y destruye el espíritu constructivo y renovador de la Ley 23.302, es muestra más que elocuente del idéntico principio que los une e identifica.
La falsedad con la que se boicoteo la creación del registro de comunidades en el propio INAI, denunciado por su propia funcionaria renunciante y por mí mismo en su oportunidad, son hechos más que elocuentes para que la sociedad global que, a partir de 1983 ha visto el renacer, en paz, las luchas indígenas, tome conciencia de aquello que pasa y observe la mentira que han gestado desde el estado para no dar oportunidades a los pueblos indígenas, parias en su propia tierra.
Es la lucha que le permitiera ingresar nuevamente en el ideario colectivo, dar a conocer sus reclamos, sus ideas, su verdadera historia y lograr su propia Ley elaborada y propuesta por ellos, de allí, de esas luchas de los 80 surgió la 23.302.
En definitiva los pueblos indígenas han demostrado a lo largo y ancho del país su voluntad inquebrantable de ser auténticos y fieles a al mandato de sus mayores y lo suficientemente sabios como para comprender que es más fuerte, seguro y conlleva un enorme desafío ganar la paz, construirla y mantenerla, en una convivencia armónica que ejercer la violencia.
Sin embargo los intereses mercantilistas de los explotadores de turno no obran igual y utilizan todo su poder para doblegar a los indefensos que se oponen a que le roben sus precarias pertenencias, como tristemente hemos visto en Formosa.
Ya no sólo los pueblos indígenas son las victimas de un sistema perverso en manos de unos pocos para ejercer el latrocinio y la fuerza contra los desposeídos.
Esta es la lucha de quienes sienten que su derecho a vivir en libertad, en un país moderno y con profundo sentido humanista, en la tierra que los vio nacer, donde han muerto sus padres y abuelos, donde esperan educar, ver crecer a sus hijos y aspiran a trabajar en paz, ¡Piénselo!
La sociedad debe reaccionar y pedirle cuentas a sus mandatarios, que son elegidos para administrar, no para robar y abusar de los poderes, que les son conferidos por el pueblo.
Pero los pueblos indígenas ya no pueden esperar a esta toma de conciencia, deben impulsarla volver a levantar los brazos que bajamos en los 90, creyendo que con la Ley en nuestras manos habíamos ganado nuestro derecho a la libertad y a vivir.
Sin embargo volvieron a engañarnos, así la AIRA debió, de la mano de su Presidente, Rogelio Guanuco, con el respaldo jurídico de Eulogio Fritez, impulsar el juicio del que hacía mención más arriba.
Las distancias y los escasos recursos económicos fueron siempre un enorme freno para ejercer la voluntad de comunicar, esclarecer y aglutinar a los hermanos en un trabajo conjunto.
La AIRA ha mantenido viva la llama de una lucha desigual y su presencia jurídica allí donde atiende Dios, en la Capital Federal, Buenos Aires, e intentando con gran esfuerzo individual y colectivo de sus integrantes hallarse presente en cuanto conflicto pudiera ser necesaria su presencia, quizás no siempre con la celeridad requerida, pero si ha estado presente merced al esfuerzo desplegado los pocos hermanos que la mantienen vigente, dirigidos por Rogelio Guanuco, un hermano Diaguita Calchaquí que aún a sus largos 75 años sigue manteniendo la institución y luchando por su gente.

¡ BASTA YA, SALGAMOS A LA CALLE PARA QUE ESTO TERMINE!

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