Utopía
Soy optimista por
naturaleza, para mí el vaso está siempre lleno, y trato de tenerlo así.
Si
es con amigos y un asadito de por medio … mucho mejor.
Fuera
de broma, el mundo en que vivimos nos exige una cuota muy alta de optimismo si
no queremos ser candidatos al Stress, los infartos masivos y la desesperanza.
Sobrevivir
en el mundo moderno requiere gran fuerza de voluntad y optimismo para observar,
analizar y pensar aquello que nos rodea y salir indemnes.
Justamente
es esa experiencia que sólo otorgan los años … Sólo los años, me permiten
entender algo de todo esto, y que su comprensión sólo me sirva a mí.
En
mi juventud me preocupe y ocupe, quizás en demasía descuidando otra cuestiones
de mi vida, de comprender nuestra relación con el mundo de los pueblos
naturales de América y nuestra relación con ellos.
En
el camino intente ser útil y contribuir a lo que entendía era una condición
impuesta de despojo y usurpación que la historia comenzaba a facturarnos y los
indígenas nos reclamaban.
Me
sumé a sus luchas pacíficas, sus reclamos, militando activamente en la causa
intentando comprender esa cuestión tan compleja hoy de los “Derechos
Indígenas”.
Creo
haberlo logrado, … A pesar de ello no me libre de los infartos, pero creo que
logré comprender en plenitud esta pugna de relación, en lo que hoy, la sociedad
moderna, ha convertido el justo y genuino reclamo Indígena sobre sus
territorios.
Llegué
a entender la difícil situación de la convivencia forzada impuesta con criterio
No indígena, por una sociedad que
desconoce, y los desconoce por un miedo ancestral a lo que representan; (Recién en la Reforma Constitucional de 1994
los propios indígenas con su participación en la asamblea legislativa hicieron
presión para quitar el texto que desde la época de Urquiza nos instaba a “Mantener el trato pacífico con los indios
…”.)
Ese
miedo que no nos ha permitido vivir y crecer juntos como sociedad intentando
que la convivencia fuera constructiva y reparadora, en cambio hoy seguimos,
como país, teniendo una deuda que no veo
los países de Indoamérica estén dispuestos a reconocer.
Es
duro, muy duro, darse cuenta lo frágil de las relaciones humanas y lo poco, o
nada, que tu modesto esfuerzo personal aportó al objetivo impuesto, quizás por
las metas demasiado pretenciosas.
Quizás
lo tremendo del daño que sufrieron los pueblos indígenas, y la sociedad ha
convalidado y proyectado hasta hoy, sea demasiado grande y los esfuerzos por paliar
ese daño, muy pequeños y efímeros, para que influyan en ese devenir.
Podría
ser, pero quizás las razones de mi desencanto, después de tantos años dedicados
a la causa, es la débil respuesta de nuestra sociedad a los mismos problemas de
hace 50 años, para los cuales se articulan las mismas y endebles respuestas, paternalistas
o proteccionistas, que en su ignorancia manifiesta, Los estados Nación
articulan, para con ellos.
En
razón de la VII Cumbre de Las Américas
que se realiza en Panamá reuniendo a los países de la región que surgió esta
reflexión ante la intenpestiva exclusión de los Pueblos Indígenas.
Cumbre que fuera convocada por un organismo,
contratado a tal efecto por los países participantes, en cierta medida
responsables, por haber excluidos de Participar a los pueblo Aborígenes.
Vemos
así como repetimos la historia de exclusión, para la exposición y tratamiento de
las problemáticas comunes, que nos interesan a todos los habitantes del
territorio.
Nosotros,
Uruguay y quizás Chile, podríamos ignorarlos, como siempre lo hemos hecho, y
quizás nadie se diera cuenta, pero México, Colombia, Panamá, Bolivia, Paraguay,
Brasil, son algunos de esos Estados que no pueden hacerse los distraídos.
Las
“Minorías” étnicas, que en sus países son MAYORIA les reclaman su vos en la Cumbre y en la construcción de la sociedad
de cada país.
Sólo
me queda el consuelo, en este efímero destello de vida, de haber hecho lo
correcto y haber dejado lo mejor de mí, para contribuir a corregir viejos errores.