lunes, 3 de octubre de 2011

TEMA: Propuesta sobre monumento a la mujer indígena y remplazar el monumento al Gral. Roca.

Carta abierta a mis hermanos Aborígenes alineados en la Aira y la Ficar.

Construir sin destruir

     El pensamiento moderno exige cordura y equilibrio en un mundo, ya de por sí, desequilibrado.
Construir o reconstruir sobre la destrucción de otros, no es, de ninguna manera, un logro.
Las reivindicaciones de los pueblos aborígenes son indiscutidas, hoy reconocidas por la sociedad global y apoyadas en su conjunto.
     Sin embargo esa sociedad que hoy mira con beneplácito sus reclamos no tardará en mirar con resquemor sus luchas, si estas se apoyan en destruir aquello que tanto nos ha costado plasmar.
Aún a costa de quienes ostentan el poder.
     Estas palabras expresadas con total conocimiento de causas, deberían ser tenidas en cuenta por los actuales dirigentes indígenas que están propugnando levantar el monumento a la mujer indígena.
     El rol que la historia ha dado a sus actores nos ha servido para evaluar sus acciones, malas o buenas, y poder discernir y actuar en consecuencia, no debe ser alterado salvo que sea esa misma historia la que desdibuje sus contenidos y el conjunto de la sociedad así lo reconozca.
     Si vamos a sacar de su emplazamiento el monumento a Julio Argentino Roca, como figura emblemática de la “Campaña al Desierto” es porque no hemos sido lo suficientemente criteriosos al analizar los hechos históricos y el entramado político y social de su época.
     Figuras emblemáticas en la historia del territorio como Juan Manuel de Rosas, Domingo Faustino Sarmiento, Lucio V. Mansilla, en orden de relevancia plasmaron, en su momento y contexto, circunstancias más graves y adversas, para los pueblos aborígenes y la sociedad argentina, que las actitudes políticas que le tocó protagonizar a J. A. Roca, como funcionario de gobierno primero y luego como Presidente.
     La historia estigmatiza, muchas veces, a los hombres por aspectos puntuales de sus conductas públicas, sin anteponer el análisis global del entramado sociopolítico que les tocó vivir.
     Creo que no es necesario manifestar cuales fueron las responsabilidades y acciones, de uno u otro de los aquí nombrados, para justificar lo que estoy expresando, basta para ello ser justos en la lectura de la historia, a la luz de los actuales conocimientos.
     Existen sitios o lugares emblemáticos y relevantes para levantar el monumento sin la penosa necesidad de quitar el de Julio Argentino Roca.
     Los memoriosos deberíamos recordar que fue en el “Instituto de Investigaciones históricas” dirigido por Ebe Clementi y secundada en esta oportunidad por la profesora Cintia Sabino, quienes organizaron y abrieron las puertas instituto y el “Museo Julio Argentino Roca” de la calle Vicente López, en el barrio de Recoleta, en la antigua residencia del ex presidente, en la década de los ochenta del siglo XX para que allí se desarrollara el núcleo de la lucha y las reivindicaciones de los pueblos indígenas, en la capital federal, donde nació la construcción de grupos de trabajo tendientes a lograr canalizar las reivindicaciones en los estamentos del poder y la prensa capitalinas.
     Asimismo debemos recordar que en el “Instituto Roca” se desarrollaron por varios años las “Jornadas del niño y la historia” y las “Jornadas de Políticas seguidas con el Aborigen” que fueron la semilla para que la sociedad global volviera a creer en la cuestión indígena y luego diera apoyo a sus reclamos de la Ley 23.302, que tanto nos costó lograr.
Allí se dieron a conocer las palabras de militantes de la causa indígena que brindaron, desde las salas de esa institución, su visión de la historia y mostraron quienes reclamaban un trato justo e igualitario ante la sociedad.
     Diego Lanuse Condorcanquí, Eulogio Frites, Martín Corimayo, Rogelio Guanuco, Ramallo, Surita, Fausto Durán y cientos de historiadores, antropólogos, abogados, especialistas y personajes de la cultura que expresaron sus ideas y fundamentos, con un único objetivo, respaldar las reivindicaciones de los pueblos indígenas.
     Si me preguntan si Roca es culpable diré: - Claro que lo es – no menos, ni más que otros de su época, pero eso no justifica que debamos defenestrarlo de la historia, de lo contrario deberíamos actuar en consecuencia primero con Rosas y Sarmiento ejecutores e ideólogos de un proyecto de “Nación” que muy caro nos ha costado a todos.
     Creo que el rol de los dirigentes de hoy es, sin lugar a dudas, encausar los reclamos sobre la base de las nuevas posibilidades que puedan ofrecer las nuevas herramientas jurídicas y rescatar del olvido, e instalarlos en su justa dimensión, a quienes fueron los verdaderos artífices de un destino que debemos juntos construir.
     Aquellos que fueron elevados a sitiales que nos les correspondan, la historia se encargará de destruirlos pero no seamos nosotros quienes tomemos la piqueta para hacerlo, máximo cuando de hechos históricos se trata.
     Si están buscando un golpe de efecto ante la sociedad que mejor que hacerlo sin afectar la adhesión que ya nos ha brindado.
     Si buscan un lugar que exprese rotundamente aquello que sienten los pueblos indígenas por Julio A. Roca, que mejor que instalar ese monumento mirando a la casa de quien fuera Presidente de los Argentinos.
     El lugar sería la ochava que hace el paredón del cementerio de la Recoleta frente al “Instituto Roca” que mire constantemente hacia la que fuera su casa y le recuerde a los visitantes porque esta allí.
     No será bajando la estatua de Roca que daremos fuerza a la acción reivindicatoria de los pueblos indígenas.
               Necochea, 20 de Septiembre de 2009.-
                                                                                                    Rubén A. Spaggiari
                                                                                        Periodista – Consultor de la AIRA

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